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Poco después de que los vehículos se inventaron, se comenzó a ver su utilidad en el campo de batalla.

A medida que nuevos autos se fabricaban específicamente para eso, fueron evolucionando hasta surgir el tanque de guerra, que a su vez se ha mejorado alrededor del mundo y a lo largo de la historia.

Casi siempre, con la entrada en acción de un nuevo tipo de carro de guerra en medio de un conflicto y, con cada nuevo tipo de tanque, se cimbraban las acciones de uno u otro bando. Luego, se desarrollaba armamento más sofisticado hasta encontrar la vulnerabilidad de dicho vehículo para lograr destruirlo, generando con esto la creación de una nueva versión de carro armado.

Así, el blindaje de los carros de combate ha pasado de ser de unos pocos milímetros de acero hasta varios centímetros de blindajes compuestos.

Durante la Primera Guerra Mundial los carros de combate eran de diseño tosco y ligeramente protegidos. El blindaje se usaba para proteger a la tripulación del fuego de ametralladoras y algunos explosivos menores. Los tripulantes debían llevar protectores en los ojos por las esquirlas que se desprendían al ser impactado el blindaje de su propio vehículo.

Por ese tiempo, el blindaje no era suficiente para protegerse contra los ataques de otros tanques o artillería pesada, pero sí de ametralladoras y fusiles ligeros, que eran más comunes.

Tras la Primera Guerra Mundial, muchos países se entusiasmaron con los carros de combate y comenzaron a diseñar los propios, pero el peso de los vehículos y la falta de motores potentes los volvía lentos. Esto propició que se favoreciera la integración de armamento frente a la protección del vehículo.

Desde la Primera Guerra Mundial ya se usaba el blindaje inclinado, porque aumentaba la protección frente a las balas y mejoraba la resistencia frente a impactos de alto explosivo. Sin embargo, fue hasta la Segunda Guerra Mundial cuando se empezó a explotar, obteniendo mejor espesor virtual, mejorando la probabilidad de romper la punta de los proyectiles y con ello más rebotes de los proyectiles.

Pero cuando el proyectil tiene un diámetro superior al espesor del blindaje, el efecto de la inclinación se ve reducido y ese blindaje en realidad ofrece menos resistencia de la que debiera tener en la teoría.

Entonces se optó por endurecer mucho el blindaje, hasta unos 400-600 Brinells. Los alemanes lo hacían en la Segunda Guerra Mundial con las planchas más finas, para  hacerlas más resistentes a pequeños calibres, como rifles anticarro. Los soviéticos usaban blindaje de alta dureza en el chasis del T-34, mejorando la protección contra cañones de similar espesor o inferior.

Para evitar los rebotes, los proyectiles se empezaron a usar con un recubrimiento de un metal más débil que servía como apoyo. Los proyectiles APCR tenían una mayor probabilidad de rebotar contra superficies bien anguladas, en parte debido al menor tamaño del núcleo.

También estaba entre los materiales el acero forjado, que es fácil de adaptar a formas poco convencionales que con el acero laminado serían complicadas de crear. Básicamente se hace un molde, se llena de acero y se deja templar. EU usó acero forjado en algunos Sherman, por ejemplo.

El frontal se hacía de acero forjado en vez de laminado, resultando en lugar de ángulos rectos, zonas redondeadas que permitían tener un buen blindaje ahorrando espacio. En eso consistió el surgimiento y éxito de los blindajes curvos.

Mejoras como estas han sucedido una tras otra hasta llegar a los sistemas de protección activa o APS por sus siglas en inglés. Algunos se limitan a cegar los sistemas de puntería de los misiles atacantes, como los deslumbradores láser del sistema ruso Shtora.

Otros más avanzados no sólo confunden la puntería, sino que intentan destruir los proyectiles enemigos o impedir que perforen el blindaje, como los blindajes ‘de rejas’ (slat armor, que hacen detonar las cargas huecas prematuramente) y también los reactivos (que destruyen el efecto de las cargas huecas mediante una contraexplosión).

En México, el blindaje de vehículos militares está a la vanguardia gracias a empresas como TPS, primer empresa en Latinoamérica con certificación mundial en blindaje contra explosivos STANAG 4569”, que cuenta con la avanzada línea de tácticos Black Mamba y variantes de vehículos altamente certificados, anti-atentados y anti-perforantes, con grados de blindaje que resisten hasta el calibre 50, minas, granadas y hasta 15 kg de TNT, por su blindaje de acero balístico especial, probado hoja por hoja.

Los acorazados de guerra han mostrado en el pasado gran capacidad de adaptación y lo siguen haciendo, así que aún están lejos de ser jubilados y seguro seguiremos viendo mejoras y avances.